Biblia y Cultura

 

Paba es muy grande, es inmenso; Nana es muy grande, es inmensa.

No se deja atrapar por un solo pueblo,

un solo pueblo no puede conocer todos sus caminos, no puede entenderlo todo.

Por eso, Paba creó sobre la tierra a muchos pueblos.

Paba no creó un solo pueblo, Nana no creó un solo pueblo sobre esta tierra.

Por eso mismo, cuando un pueblo dice lo que yo sé de Paba es mejor y más exacto,

ese pueblo no conoce a Paba; está lejos de entender su mensaje;

está creyendo que Paba es poca cosa, que Nana es poca cosa.

Los Kunas decimos que Paba está en lo alto, que Nana está en lo alto

Aiban Wagua[1]

Este texto es una reseña sobre el tema Biblia y Cultura. Tomaremos como guía principal el texto de Jaime Reynés: La Biblia de los conquistadores y de los vencidos (RIBLA 12), y nos apoyaremos en otros documentos que puedan arrojarnos luz sobre este tema.

Jaime Reynés escribe en ocasión de los 500 años de la llegada o conquista de los europeos a América, un texto que muestra las dos lecturas de este acontecimiento, es decir: la lectura indígena[2] y la lectura de los conquistadores. Posteriormente el texto de Reynés suma la lectura de algunos acontecimientos de los textos bíblicos a las dos lecturas anteriores dando lugar a importantes puntos de vista, que evidencian la tensión que existió entre la cultura de la de la biblia, de los indios y de los europeos.

Reynés inicia su argumentación releyendo lo que el denomina la Biblia de la conquista y el nacimiento de América.

Como primer punto habla de los orígenes. Presenta el choque cultural que se dio cuando lo que para los españoles era el monoteísmo verdadero se enfrento al “politeísmo” de los indios de las Antillas y de México, observando como en las Antillas la deidad Ometéolt al poseer dos formas; masculina y femenina, fue causante de grandes contradicciones para la fe española que venia con un Dios absolutamente masculino y Uno, que para nada tenia que ver o con un Dios en dos formas o con dos Dioses uno masculino y otro femenino como lo leyeron. Menciona también la historia de Quetzacóalt, divinidad en México y de Viracocha, divinidad de los quechuas. El autor prosigue con su explicación de los orígenes y como segundo elemento muestra como la llegada de los españoles se efectuó en un clima de prodigio y magia, testimonio del esfuerzo interpretador de los vencidos[3]. Ante esta realidad se pregunta; qué hubiera pasado si el adviento de Jesucristo se hubiera reconocido como Viracocha, Quetzacóalt redivivo, señor de la yuca que cruzaba el mar para dar un abrazo a su pueblo. Pregunta que deja abierta.

En segundo lugar Reynés habla del éxodo bíblico y presenta algunos textos que bien podrían considerarse relecturas del hecho bíblico; por ejemplo el testimonio de los Mayas que aparece en el Chilam Balam, la lectura espiritualista de “los doce apóstoles” (franciscanos) de la nueva España, la lectura liberadora de los Lascasianos en su denuncia de la encomienda como mas opresora que la opresión de faraón en Egipto.

Continua con el paradigma del éxodo pero ahora lo relee desde el concepto de la noche triste, mostrando la lectura indígena de la retirad de Hispania de la ciudad de México y el profundo dolor que trajo a este pueblo lo que parecía una fiesta que se convirtió en una masacre. Ante este panorama se levanta la lectura hispana que establece al Dios cristiano como fuerza y socoro del proceso de conquista. Todo este panorama hace de nuevo que Reynés se pregunte ¿pudo la colonia ser legitimada religiosamente como esclavitud para los indios y tierra prometida para los cristianos? ¿De parte de quién esta Dios si no hay más que un solo dios diversamente conocido y adorado? Estas preguntas son importantes para comprender como la teología y la hermenéutica de la biblia hecha de una determinada manera puede o no legitimar un sistema de opresión, sobre este tema Pablo Richard escribe: “La primera experiencia de los indígenas con la Biblia fue traumática. En la conquista y colonización de América la Biblia fue normalmente utilizada como instrumento de dominación y de muerte. Un dicho popular en Guatemala dice así: Cuando llegaron los españoles nos dijeron a nosotros, los indígenas que cerráramos los ojos para orar. Cuando abrimos los ojos, nosotros teníamos su Biblia y ellos tenían nuestra tierra”[4].

Este trauma histórico de los indígenas con la Biblia se expresa también en aquella famosa carta abierta que varios movimientos indígenas escribieron a Juan Pablo II cuando éste visitó el Perú, en la que los indios devolvían la biblia a la papa por considerarla parte del cambio cultural impuesto y arma ideológica del asalto colonialista.

Un tercer momento que presenta Reynés es la conquista de la tierra, describiendo la definición de mesianismo que hace el capellán de Cortés, López de Gómara: “Quiso Dios descubrir las Indias en vuestro tiempo y á vuestros vasallos para que las convirtiésedes a su santa ley… porque siempre guerreasen españoles contra infieles”[5] esta definición como hace ver Reynés establece paganos que deben ser evangelizados y cristianos con un mensaje evangelizador; por tanto, los primeros son aquellos con derecho sobre la tierra americana por ser parte de la herencia de Dios de la cual deben despojar a sus habitantes idolatras. Todo este planteo que realiza Reynés desemboca como el lo enuncia en el choque de dos culturas[6] de las que ya habíamos hablado antes.

Los aztecas quedaron tan escandalizados por la grosería de los blancos como ellos de los sacrificios de éstos. De esta forma queda evidenciado como la religión puede llegara configurar una realidad cultural tal que dos seres humanos “iguales” se vean e interpreten el mundo del otro de formas contrarias. Desde aquí quisiéramos destacar lo dicho por Leonardo Boff: “La re­li­gión configu­ra una de las ma­yo­res o aca­so la ma­yor crea­ción cul­tu­ral hu­ma­na. Por ella pa­san las es­pe­ran­zas más pro­fun­das y se dan res­pues­tas a las in­te­rro­gan­tes más per­ti­na­ces; en ella se ma­ne­jan los con­cep­tos úl­ti­mos co­mo la sal­va­ción, la vi­da eter­na o la per­di­ción. No sin ra­zón la re­li­gión es fre­cuen­te­men­te in­vo­ca­da pa­ra le­gi­ti­mar po­de­res, ya que ella con­fie­re un ca­rác­ter úl­ti­mo e ina­pe­la­ble a sus pro­nun­cia­mien­tos. To­da cul­tu­ra pro­du­ce su re­li­gión, es de­cir, or­ga­ni­za las res­pues­tas a la sed de ra­di­ca­li­dad y per­pe­tui­dad del co­ra­zón hu­ma­no”[7].

El autor llama a su cuatro punto profetismo. Desarrolla este punto teniendo en cuenta los aportes del lascasiano Bartolomé de las casas a quien pone como un profeta de la época de la conquista quien a través de sus postulados sobre le paraíso perdido y el pecado original como codicia, se enfrenta a los planteos de M. Giménez contra el cual no salió bien librado, sin embargo, dice Reynés queda claro que los enfrentamientos de las instancias superiores con los profetas viene de muy atrás, al igual que las diferentes teologías, escuelas y visiones entre teoría y praxis.

El quinto aspecto es destrucción y ocaso, en este el autor da cuenta de la forma en que luego de la instauración de los conquistadores sobre las tierras y cultura de los conquistados sucede el derrumbamiento de un mundo militar y teológico que durante siglos acompaño a los pueblos de América. Para ilustrar esto el autor cita[8] el siguiente texto de la filosofía náhual: Vosotros dijisteis, que nosotros no conocíamos al Señor del cerca y del junto y de quien son los cielos y la tierra. Dijisteis que no eran verdaderos nuestros dioses... Y ahora nosotros ¿destruiremos nuestra antigua regla de vida? Dejadnos, pues, ya morir, dejadnos ya perecer, puesto que nuestros dioses han muerto.

Reynés cierra este aspecto llamando a esta etapa; etapa de cierre del Antiguo Testamento de América y preguntándose: “¿Qué Profeta, qué Sacerdote, será el que rectamente inter­prete las palabras de estas Escrituras?”.

Finalmente Reynés observa el fenómeno de la virgen de Guadalupe llamando a este punto revelación de la misericordia. Considera que en el momento que la virgen se “aparece” estaba cortado el dialogo cultural y luego de su aparición éste dialogo es preestablecido, dando origen a una religiosidad propia inculturada. Un evangelio náhualt, un “Evangelio en jeroglífico”, un “códice indígena” para gente de cultura pictográfica. Era la respuesta a la pregunta del “Antiguo Testamento de América”, el sí de Dios (2 Cor 1,20) al adviento de los pueblos, el Nuevo Testamento: la Buena Noticia de salvación para los pobres.

Como conclusión expone: “Era el evangelio de los pobres. Un indio de los barrios marginados (“símbolo de los pobres y oprimidos que se niegan a dejarse destruir por el grupo dominante”) se atreve a pedir al arzobispo (“símbolo del nuevo grupo dominante español”), en nombre de la madre de Dios, que cons­truyan un templo (=una civilización, “todo un nuevo estilo de vida) “no dentro del esplendor de la ciudad, según los planes de España, sino en la barriada del Tepeyac, según los deseos del pueblo”.

Podemos decir nosotros que el texto es una forma creativa de mostrar elementos presentes en la conquista, que tiene mucho que decir hoy y que recuerda que no tenemos evangelio ni biblia “pura” y que lo que somos es producto de un proceso largo de choque cultural.


[1] Ver: Las Teologías Indias ante la globalidad de la Teología Cristiana. En Christus Nº 7

[2] Aclaramos que si bien existe toda una discusión sobre le termino indio, no es nuestro interés profundizar en ella, por tanto siguiendo al autor no distinguiremos entre indígenas o pueblos originarios o entre indio o habitante originario, pues a ninguna de las categorías anteriores le otorgamos un sentido menos o mas positivo. Si se quiere profundizar la respecto esta todo el libro de Guillermo Bonfil Batalla, (ed.): Utopía y revolución: el pensamiento político de los indios en América Latina, Editorial Nueva Imagen, México, 1981 y el de Fernando Mires: El discurso de la indianidad. La cuestión indígena en América Latina, Abya-Yala, Quito, Ecuador, 1992.

[3] Aquí el autor expone el impacto que tuvo en México la llegada de los europeos al ser interpretada por parte de los indios como el regreso de Quetzacóalt.

[4] Richard, Pablo: Hermenéutica Bíblica India. En RIBLA, No 11, 1992, pp. 9-24

[5] Historia General de las Indias (Rivadeneyra), Madrid, 1852, pág. 156.

[6] Según Comblin, J. Reconciliación y liberación. CESOC, Ediciones Chile y América, Santiago de Chile, 1987, pág. 240. La historia de la cultura en América Latina registra, por lo menos, tres invasiones culturales: la ibérica, de 1492 en adelante; la europea, a partir del siglo XIX, y la invasión de la cultura contemporánea, cuyo liderazgo se atribuye principalmente a Estados Unidos. Nos hacemos la pregunta, desde el ámbito de la teología, ¿cuál ha sido el papel que ha desempeñado la Iglesia Cristiana, en sus diversas tradiciones, en esta invasión cultural?

[7] Boff, Leo­nar­do. “Evan­ge­li­zar par­tien­do des­de las cul­tu­ras”, en: Suess, Pa­blo (ed.). Culturas y evan­ge­li­za­ción (La uni­dad de la ra­zón evan­gé­li­ca en la mul­ti­pli­ci­dad de sus voces), 1992, págs. 103-104.

[8] Reynés cita otros textos como el del Chilam Balam que también da cuenta de esta destrucción.

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