CRÍTICAS...

Tengo un amigo muy apreciado, un investigador como yo pero que en ocasiones me desconcierta. Aquí va una de esas ocasiones: ATENCIÓN: usurpadores de la academia aspiran desfigurar el discurso pastoral. Hay quienes estudian aquí, y se autodenominan “teólogos académicos”, argumentando que, a diferencia de los “teólogos pastorales”, ellos no están para responder a ninguna realidad social y que por ende, se encuentran desinteresados en participar de cualquier escenario reflexivo que los vincule a considerar la iglesia como su interlocutor directo. Según ellos, su quehacer teológico gira en torno a un periplo que trasciende al pensamiento popular-como si ellos hicieran parte de alguna dinastía marciana ó extraterrestre; y también presumen de haber perdido cualquier elemento que los haga ver como “cristianos fervorosos”, título que al parecer, han dejado tras verja de algún resentimiento que pretenden justificar, y en ocasiones, enmascarar en algo llamado “crítica”. Pero hay que anotar también que los asuntos eclesiales “están muy de moda” para estos personajes tan, ¡pero tan doctos!. Y no es un secreto para ninguno que los asuntos que tienen que ver con la iglesia son tratados abiertamente con cierto desprecio y desden por estos estudiantes (aunque siendo honestos, los docentes en ocasiones se prestan para eso). Es más, ya es como una formula: si se va a hablar de la iglesia en alguna clase, inmediatamente se hace con términos peligrosamente acusatorios y desafiantes. Parece que su crítica se ha convertido en periodista exclusiva de lo malo, ignorando así, que también debería ser heralda de lo bueno y meritorio. Es en este sentido, entonces, que deseo pronunciarme a favor del quehacer académico. Sí. Y lo hago desde esta rama ya que esta discusión no la debe sufrir el “teólogo pastoral”. Sin duda que el pensador devocional tiene algo que decir al respecto, es más, me gustaría escuchar a sus representantes. Pero quiero manifestar en este momento la profunda inconformidad que tengo: se cree que el quehacer académico corresponde al devenir de las ideas y del conocimiento y que tiene muy poco que ver con la praxis cristiana. La academia es amiga de la praxis aunque ésta última se haya mostrado prevenida con la academia en sí. Y no es gratuito. Por siglos la academia sometió a la iglesia a merced de la ignorancia y la esclavitud. Y como es sabido para nosotros esto fue generando resistencia y prevención por parte de la iglesia. Así que no esperemos que sea fácil situarse afuera de los términos de la iglesia, la cual ha sido opacada infamemente por algunos “doctos”, y reprocharla desde la academia sin tener el más mínimo de cuidado al hacerlo. No creo que la iglesia sea inmaculada, ni creo que no se deba criticar. Solamente veo que no es necesario abandonar la iglesia para hacerlo. Además, porque considero muy atrasada esa manera de actuar. Alego, pues, que no se debería actuar así. Me gustaría preguntar desde cuándo, las ideas de los grandes contribuyentes al conocimiento científico y, aun teológico, maduraron en medio de las grutas y los socavones de la soledad. Les ruego me muestren a los representantes de la reflexión teológica contemporánea y me digan a partir de qué, estos teólogos, elaboran sus proposiciones; digo esto porque parece que estos “académicos” desean ser conocidos más como una camada de flojos e idealistas fantasiosos, que por reflexólogos comprometidos con el evangelio de Jesucristo. Finalmente, quisiera advertir a estos “teólogos” que si se van a pronunciar no se vayan a ocultar tras la frase celebre de Hans Küng que expresa algo así como esto: “critico a la iglesia no por haberme alejado de ella, sino por haberme comprometido con ella”, pues ha sido evidente que el ejemplo de este teólogo, al igual que en Lutero, demuestra una sincera unión con Cristo y su iglesia. Diciéndole al mundo con esto que su pensamiento y el fruto de su reflexión trasciende verdaderamente al terreno de lo humilde, de lo vivido por los no-entendidos, y porque no decirlo aquí, de lo que es profundamente humano: la búsqueda por vivir la paz y el amor. Edwin Villamil Teólogo académico-pastoral-devocional. Ante este documento fueron variadas mis reacciones; no obstante, luego de pensar, escribir y corregir escribo mi reacción. ¿SE TRATA DE DIALOGO? El escrito al que me referiré esta vez lleva por título: “ATENCIÓN: usurpadores de la academia aspiran desfigurar el discurso pastoral”. ¿Cuál es la propuesta?: ¿una discusión de altura académica con argumentos sólidos y precisión etimológica, o un discurso apasionado sobre juicios de valor a la luz de deficientes conceptos sobre la teología académica y sus representantes? Hay que recordar con gran insistencia que el mundo requiere diálogo y éste no se logra con discursos apasionados sobre lo que está bien o está mal. ¿Cuál es el inconveniente que surge si alguien quiere hacer teología académica? ¿Estamos hoy en un tiempo de debate sobre el tipo de teología que se debe hacer y entre cuál teología es mejor o más apropiada? No es mejor si se piensa en un apoyo mutuo en donde cada una hace lo que le corresponde. ¿Por qué tanto dolor y resentimiento al considerar a los teólogos académicos y su quehacer? ¿Será que el trabajo de los teólogos es entendido o se le estará dando una interpretación prejuiciada? Ahora bien, ¿puede un teólogo, cualquiera que sea la teología que realice, salirse de la iglesia, si bien, la iglesia es él mismo? ¿Por qué conservar un tono tan irónico si lo que se quiere es llamar la atención de lo que se debe mejorar? Apreciado autor si tu intención es no criticar de la forma en la que lo hacemos algunos está bien, no obstante, no intentes desvirtuar nuestra crítica pues al hacerlo también la tuya caerá en lo que críticas. Está demostrado que la crítica molesta y es incómoda pero son los hechos los que la generan; la crítica no desconoce los aspectos positivos del argumento que crítica, por el contrario, los tiene en cuenta y los considera al momento de pronunciarse, pues así fortalece su argumentación. Un poco más de respeto pido yo con los términos: “teólogos académicos”, “Iglesia” y “teología pastoral”. Pues a la hora de hablar de ellos es necesario precisión y claridad para que no quede en el aire lo que está indicando cada uno. Creo por el contrario que se trata de un diálogo en el que cada uno contribuye a la construcción de una realidad teológica firme, liberadora y trascendente. ¿Qué tipo de sufrimiento te produce la forma en la que se realiza la teología cuando preguntas: desde cuándo, las ideas de los grandes contribuyentes al conocimiento científico y, aun teológico, maduraron en medio de las grutas y los socavones de la soledad? nadie construye nada sólo, eso es verdad. Sin embargo, existen momentos en los que el diálogo interno es necesario para luego trabajarlo en comunidad y así lograr acallar un poco la multitud de voces que escucha todo el tiempo un teólogo. La soledad entonces, no es un enemigo en esencia; por el contrario, trae profundidad a la reflexión teológica y no apasionados planteamientos ligeros(1). Entiendo que te es causa de molestia que teólogos académicos, según tus palabras: presuman de haber perdido cualquier elemento que los haga ver como “cristianos fervorosos a lo cual pregunto: ¿no crees que es hora de dejar al hombre (ser humano) vivir su religiosidad libremente y sin lenguajes religiosos innecesarios? Finalmente, te insto a que consideres tres últimos asuntos: 1º Ningún trabajo académico serio lo puede realizar personas que desean ser conocidos más como una camada de flojos e idealistas fantasioso., 2º. La palabra reflexólogos es aplicada solo a los que trabajan con la reflexología(2) y 3º. Al comparar tú estilo sarcástico e irónico con la mención que haces del teólogo Hans Küng y de Lutero diciendo que su reflexión trasciende al terreno de lo que es profundamente humano, veo una gran incoherencia, pues creo que si se trata de ejemplos a imitar no estás siendo el mejor al hablar peyorativamente de los teólogos académicos. Además, ninguna argumentación responsable debiera estar basada en la exclusión de lo humano en el otro. ____________________________________________________ 1.Oscar Cullmann durante el proceso de composición de su “Cristología” alquiló una casa a las afueras de la ciudad y se dedicó a escribir en soledad esperando no ser molestado por nadie mientras elaboraba su reflexión sobre Cristo y su realidad trascendente. Martín Martin Heidegger durante los últimos diez años de su vida permaneció en una casa a las afueras de la ciudad en soledad escribiendo la que sería su obra cumbre Ser y Tiempo. 2.Estudio de la técnica de los masajes aplicados en determinados puntos de los pies o de las manos con el fin de estimular las capacidades curativas del organismo, Cfr., Diccionario RAE.

Sobre la humildad...

Existes diviesos tipos de virtud unas más necesarias que otras según la opinión de algunos. Sin embargo, una que no puede faltar es la humildad y sobre todo a la hora de escribir o predicar. Al respecto quiero citar a un teólogo para muchos en desuso: Martin Lutero, quien en 1539, redactara un prefacio al primer volumen de sus obras en lengua alemana (Luthers Werke, Múnich 1951, vol. 1, p.18s.).

“si te sientes importante y te imaginas que tienes la verdad y sientes tal complacencia en tus propios libritos, doctrinas o escritos, como si lo hubieses hecho a maravilla y predicado a la perfección, si te agrada también sobremanera que te alaben delante de otros, si quizás hasta deseas que te alaben, pues de lo contrario estarías triste y te dejarías ir, si eres de tal género, amigo, entonces agárrate las orejas y si agarras bien, hallarás un hermoso par de grandes, largas, ásperas orejas de burro. Entonces no te importen los gastos y adórnalas con campanillas de oro para que allí por donde fueres puédanle oír, señalarte con el dedo y decir: “Mirad, mirad, allá va ese hermoso animal que sabe escribir libros tan exquisitos y predicar tan a la perfección”. Entonces eres bienaventurado y más en el reino de los cielos”
Comunico este mensaje para aquellos que no han logrado superar sus complejos de grandeza ministerial.