Sobre como la Religiosidad configura lo verdadero

ENTREGA 3 2do. ¿Qué es lo verdadero? ¿Qué podemos considerar como lo verdadero? Se nos habla de de la verdad absoluta, de las verdades aparentes que finalmente se consideran falsas; una y otra vez se repite: “solo hay una verdad, única, especial, y determinante del curso de la vida de los hombres”. Ante esta afirmación pregunto: ¿y qué es la verdad? Pregunta que me remite a otra: ¿y qué es lo verdadero? Analicemos: Vivimos dentro de la cotidianidad, en un mundo que es contingente y también necesario en el que nos desplazamos, somos y nos realizamos como entes de y portadores de vida. ¿Qué hace de nuestra realidad algo verdadero? ¿La historia, que de generación en generación se modifica, donde lo que fue ya no es aunque lo recordemos, como la fotografía de aquella niña en su cumpleaños número 15 ahora convertida en mujer, o el lenguaje bajo el cual configuramos el mundo y al cual quedan reducidos todos los entes (fenómenos) de los que decimos saber verdaderos? Al intentar dar respuesta a esta cuestión nos enfrentamos a un sinnúmero de significados, adempero, la presente investigación tiene muy claro sus límites. Lo verdadero dentro del fenómeno religioso (la religión). Habiendo delimitado nuestro espacio de discusión procedemos a explicarlo. En este punto seguimos de cerca a Michel Henry(8)para quien lo verdadero es aquello que se muestra; es decir, es la aparición del objeto en cuanto tal. Es el hecho de mostrarse del objeto lo que constituyen lo verdadero del objeto, pero el hecho de mostrarse no tiene nada que ver con lo que se muestra. A manera de ejemplo: que el sol sea amarillo, no tienen nada que ver con el hecho de mostrarse del sol. Prueba de ello es que un sol amarillo se nos mostraría igual que cualquier otra figura de la naturaleza. El hecho de mostrarse del objeto es tan diferente a lo que se muestra como la luz a todo lo que ilumina; no obstante, el hecho de mostrarse no es indiferente a todo lo que se muestra. Por tanto, la esencia de lo verdadero (la verdad) está en el acto de mostrarse, considerado en sí mismo y en cuanto tal. Entonces, si el acto de mostrarse consiste en la esencia propia de lo verdadero (la verdad) en el sentido de una manifestación pura, de una revelación pura, entonces todo lo que se muestra no es verdadero más que en un segundo sentido. En Grecia las cosas se llamaban “fenómenos”. “Fenómeno”, phainomenon, viene del verbo phainesthai, que lleva en sí la raíz pha-, phôs, que significa la luz. Phainesthai quiere decir mostrarse interviniendo a la luz. Luego "fenómenos" quiere decir: lo que se muestra viniendo a la luz, saliendo a la luz del día(9). La luz a la que salen las cosas para mostrarse como fenómenos es la luz del mundo. El mundo no es el conjunto de las cosas, de los entes, sino el horizonte de luz en el que las cosas se muestran como fenómenos. Por tanto, el mundo no designa lo que es verdadero sino la verdad misma. Los fenómenos del mundo son las cosas en cuanto se muestran en el mundo, que es su propia “mostración”. Teniendo en cuenta lo anterior entendemos que estamos en un análisis de lo verdadero desde la fenomenológica. Concierne por consiguiente aclarar que no se trata de lo que se muestra sino del hecho de mostrarse, de lo que aparece sino del modo de aparecer; de lo que se manifiesta sino de la manifestación pura misma y en cuanto tal. O, como puede decirse, no del fenómeno sino a la fenomenalidad (acto de mostrarse del ente). Si bien los entes se muestran y el acto de mostrase los hace verdaderos, no obstante, sólo es posible dentro de un plano más amplio que le permite al fenómeno su fenomenalidad. Este espacio lo denominamos el “espacio de verdad”, o siguiendo a Gadamer “horizonte de verdad”(10). Por tanto lo verdadero del fenómeno en el plano de la religiosidad, no es otra cosa que el mismo acto mostrarse, pero esta vez en lo que llamaremos “horizonte de visibilidad”, es decir, el espacio generado por la religiosidad dentro del “horizonte de verdad”. En donde los fenómenos religiosos son verdaderos. Ahora bien, el “espacio de verdad” es el que permite que esta fenomenalidad ocurra. Este espacio entonces sería la verdad misma y en cuanto tal. A partir de esto la verdad debe ser un espacio que no esté incluido en ningún otro, que imprima luz a los fenómenos permitiéndoles su fenomenalidad. La verdad entonces debe tener la capacidad de auto- manifestarse, auto mostrarse de forma pura; es decir, debe ser la revelación pura. Una revelación cuyo acto de mostrarse sea una auto- revelación absoluta. Diferente a todo lo que no sea otra cosa que su propia sustancia fenomenológica. Nos hallamos en presencia de la esencia que el cristianismo sitúa al principio de todo. Dios es la revelación pura que no revela nada distinto de sí. Dios se auto- revela. La revelación de Dios es una auto-revelación y por tanto la verdad del mundo donde los objetos, entes, fenómenos religiosos o no religiosos pueden mostrarse. La religiosidad entonces no puede configurar la verdad porque la verdad es una manifestación pura imposible de configurar a través de una práctica humana. Pues ella es origen del “espacio de visibilidad” donde los fenómenos religiosos pueden mostrarse. Lo que si puede hacer la religiosidad es configurar lo que es verdadero para el sujeto religioso, pues como ya hemos dicho tienen la capacidad de modificar la interpretación de la realidad y el modo en que este se entiende. ________________________________________ 8. HENRY, Michel. Yo Soy la Verdad. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2001. 318 págs. 9. Cfr. Heidegger, M. Ser y Tiempo. Ed. FCE, México 1989. Pág. 39. 10.Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996-99. Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona.

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