DE LA CONCIENCIA DEL OTRO

Una religión que no reconoce al otro como Uno, no puede conocer al UNO como Dios. Una vez más me veo impelido a escribir sobre una realidad a la que me enfrento todos los días cuando despierto y me encuentro en medio de una religiosidad cristiana viciada por sentimientos frustrados de santidad y existencialismo barato. Hablo del ataque frontal que muchas "comunidades de fe" le hacen a la dignidad humana. Cuando hablo de dignidad, me refiero a la imagen y semejanza de Dios en el hombre (ser humano). Vivimos en una época donde el mensaje que escuchamos no supera asuntos como: la prosperidad, la verdad absoluta, lo original del mensaje de Cristo, las ínfulas de poder papal en algunas denominaciones, lo "demoniaco" de la posmodernidad, lo “malvado” de la tecnología, la falta de moralidad cristiana y la obediencia ciega de un pueblo a su Dios; pero nunca o casi nunca oímos mensajes sobre la dignidad humana ese "pequeño" elemento del que habla la frase de Jesús: "ama a tu prójimo como a ti mismo". No sé en qué piensan aquellos que, guiados por su mentalidad de conquista por no decir marketing, hacen de sus "mensajes bíblicos" objeto de esclavitud proponiendo igualdad de derechos y equidad que al final no son más que discursos de una palabrería inútil. Permítanme hacer un anuncio ya bastante desgastado por lo que denota más no por lo que connota: somos iguales, es decir, imagen y semejanza de Dios; elementos que nos hacen partícipes de su gracia y nos dan el valor más alto: ser seres humanos y por tanto dignos. “al reconocer la gracia de Dios presente en el otro o la otra reconocemos también su dignidad humana”[1]. Esta imagen y semejanza de Dios que no está desgastada ni borrosa como algunos opinan, sino que está ignorada. Es la que se puede observar en la prostituta de la calle 15 de mi ciudad, en el asesino, el violador y en todos aquellos a los que la sociedad llama “problema social”; con todo, no pretendo un juicio moral sobre sus conductas. Considero además que la imagen y semejanza de Dios está presente en la vecina, en la mujer que es golpeada por su marido, en el portero de la universidad donde estudiamos, en los amigos que pelean y se reconcilian, en las cárceles, en los orfanatos, etc. Así pregunto ¿Por qué valora la Iglesia más a los redimidos de Jehová que a los cautivos de “Satán”?[2] ¿Hasta cuándo seguirá el juego de los santos y los profanos donde unos son los buenos y otros los malos? Hasta que los “buenos” entiendan que no son mejores que los otros y que su humanidad no es en lo mas mínimo diferente a la de ellos, y entonces, si humanos también dignos pero, no para tenerlos dentro de 4 paredes institucionalizadas bajo el nombre de iglesia; haciéndoles ver un infierno inminente a causa de sus rebeliones, en vez de un amor eterno y misericordioso que no separa razas ni credos y que no ve en ellos ni un mayor o menor grado de humanidad pues los concibe como iguales y busca reivindicarlos como lo que son: su imagen y semejanza. Esta conciencia me hace pensar en los que quieren hacer teología latinoamericana pero que todavía no les duele la explotación que vive su propia comunidad y en los que se jactan de tener la verdad y la respuesta desconociendo la pregunta como ya lo han dicho otros. ¡Es hora de decir basta a la reproducción en serie de títeres evangélicos[3]! No escribo para que me aplaudan, no me interesa que este escrito sirva de calmante para algún tipo de enfermedad psico-religiosa; tampoco busco que todos los que lo lean me entiendan. Tan sólo espero que la mente de los que no han sido “castrados” o de los que alguna vez lo fueron y todavía tienen la cicatriz en su cerebro, reconozcan que dignidad es justicia, verdad de sentido y no de criterio, amor y respeto al otro y que un ataque a ésta no es más que un ataque directo a la gracia de Dios y por ende, un ataque a Dios mismo. ______________________________ [1] TAMEZ Elsa. Reflexiones sobre el tema de la IX Asamblea del CMI: Dios, en tu gracia, transforma el mundo. [2] Esto no lo digo por toda la iglesia sino por ese grupo que hace de ella y del mensaje de Jesús una suerte de sortilegios bíblicos. [3] Llamo así a los creyentes que no se atreven a cuestionar su fe por miedo a perder su sentido y que dependen de una predicación dominical totalitaria para sostener su religiosidad.

1 comentarios:

Claudio dijo...

salteando de un lado a otro me encontré con tu blog y me pareció realmente bueno.
Este artículo es excelente y te felicito por la valentía: no todo el mundo cita a Elsa