LA APOCALÍPTICA

Hoy nos involucra el análisis de la apocalíptica[1], mas específicamente trataremos de observar como surge (en este punto no nos detendremos sobre fechas sino sobre el cambio cualitativo que ocurre) y cuales son sus características.

Para empezar debemos diferenciar la apocalíptica de la escatología y de la profética, con esto no queremos decir que una sea superior a la otra o que una haya surgido independientemente de las demás, sin embargo, es necesario notar que las tres aunque tengan una relación directa poseen diferencias profundas como lo veremos en el auge de la apocalíptica a finales del siglo I A.N.E y principios del II D.N.E.

La escatología proviene del griego eskhaton, fin último. Es un termino que designa en el ámbito teológico las realidades últimas de la vida del hombre, es decir, la muerte y la vida del mas allá en sus diferentes posibilidades; de esta forma podemos entender por escatología “la esperanza de una acción futura y definitiva de Dios a favor de su pueblo” [2]. Los elementos futura y definitiva, son requeridos como componentes esenciales para que se pueda hablar de esperanza escatológica. La escatología se enraíza esencialmente en los libros proféticos. El diseño básico de la escatología según González Lamadrid consta de tres factores: primero una conciencia aguda de que el Dios de Israel a actuado en el pasado a favor de su pueblo, segundo la constatación de que Israel no ha respondido convenientemente a esa acción liberadora de Dios y de que, en consecuencia, el castigo, del que ha sido objeto, se lo ha ganado y tercero la convicción de que el Dios de Israel, a pesar de su pecado actuara en el futuro de forma definitiva a favor de su pueblo.

La apocalíptica comparte estos elementos pero va más allá, fenómeno que luego revisaremos. Ahora veamos la profética.

La profética se desarrolla según Pablo Richard[3] en un mundo organizado, dentro del cual el profeta proclama la palabra de Dios. En la historia de Israel el movimiento profético clásico se desarrolla alrededor del año 586. Antes de esta fecha el pueblo posee la tierra, tiene una monarquía y una clase dirigente, existe la capital, hay templo y culto. Dentro de este contexto actúa el profeta; un hombre de Dios inmerso en el mundo político y religioso de su época que busca realizar el plan de Dios en ese mundo. En el 586 todo ese mundo se derrumba e Israel queda sin referencia económica política, cultural o religiosa. En ese instante surge la apocalíptica.

Surgimiento de la apocalíptica:

Como ya lo dijimos la apocalíptica comparte sus elementos con la escatología pero va más allá; es decir, la apocalíptica toma de la escatología sus principios y los relee interpretándolos según sus necesidades, de esta forma, la apocalíptica usa la conciencia de que el Dios de Israel, a pesar de su pecado actuara en el futuro de forma definitiva a favor de su pueblo, para formular una esperanza que vaya mas allá de lo dicho y que logre satisfacer los nuevos desafíos que el contexto inmediato presenta.

La profética esta en medio de todo este reinterpretar que lleva a cabo la apocalíptica, pues ésta nace en medio de ese venirse abajo del mundo organizado y escatológicamente estable, que había perdurado hasta el 586. “Nace cuando el creyente de esta sociedad es excluido del mundo organizado y arrojado al caos de la marginalidad”[4]; Es por esto que tenemos apocalíptica escatológica y profética permeando todos los periodos de la apocalíptica.

Lo apocalíptico busca reconstruir la conciencia, para hacer posible la reconstrucción de un mundo diferente. Para lograrlo crea símbolos y mitos nuevos que posibilitan la reconstrucción de la sociedad perdida. La apocalíptica entonces, condena el orden existente y anuncia la construcción de otro mundo, y mientras el profeta busca realizar el pan de Dios en el mundo. El apocalíptico reconstruye el plan de Dios en el interior del hombre; en una realidad más allá de la física, donde lo material adquiere otro valor y la identidad esta puesta en lo no perecedero “en las conciencias”.

Podríamos decir que la apocalíptica tiene dos momentos[5]: un primer momento es su periodo después del exilio.

En le 538 la élite israelí exiliada a Babilonia regresa a palestina y nace un movimiento de reforma con una escatología y un mundo simbólico apocalíptico que tendrá dos tendencias contrarias: una dominante hierocrática (sacerdotal, sadoquita) inspirada en Ezequiel que busca la reconstrucción del pueblo desde la reconstrucción del templo y su culto, creando un universo simbólico propio contrario al mundo imperial persa, que al final queda convertido en un movimiento de control social (Esdras, Nehemías y Crónicas) y otra profético-popular, inspirada en la escatología apocalíptica del Deutero-Isaías, que Busca la reconstrucción fundamentalmente a través del pueblo mismo y no de estructuras jerárquicas.

Un segundo momento de la apocalíptica es el que va desde Daniel hasta Apocalipsis; estos dos libros son los únicos apocalípticos que entraron en el canon, aunque no desconocemos que existen porciones dentro de todo el 1er Testamento que bien podrían considerarse apocalípticas. Estos dos libros son el horizonte histórico de tres siglo; Daniel compuesto entre el 167-164 A.N.E y Apocalipsis, entre el 90-96 D.N.E.

En muchas ocasiones el apocalipsis aparece como un libro aislado del canon, sin embargo, al reconstruir la historia y la literatura apocalíptica entre este libro y Daniel observamos que el apocalipsis encuentra su verdadero lugar y significado histórico. Ese contexto se hace más claro si en su interior situamos el movimiento de Jesús y de la iglesia apostólica.

Reconociendo el carácter histórico que nos presenta la apocalíptica. Podemos valorarla como ciencia de la historia en cuanto que es una práctica significativa de la escritura y una producción “bíblica” original. Para la apocalíptica, la historia no es únicamente una serie de acontecimientos, sino una totalidad, un proceso unificado que comienza con Adán o con los imperios mundiales nacidos del caos primordial y que encuentra su fin en un acto decisivo que restablece al mundo en sus comienzos. Nos encontramos en presencia de una cierta concepción mítica del tiempo: el comienzo y el fin se unen, confundiéndose en un lugar teórico (mítico) en el que todo comienza, mientras todo acaba. Esta es la base de la célebre oposición de los apocalipsis, tanto judíos como cristianos, entre “este mundo” (ha aion outos) y “el mundo futuro” (ha aion mellon). No se trata de reemplazar el primero por el segundo, sino del acto que, en la historia cósmica, puede designar al mundo como vivo, porque, efectivamente, nace de nuevo. Partiendo de la muerte del mundo (este mundo) como condición de la aparición de un mundo (el mundo futuro), la teoría histórica del apocalipsis asegura la historicidad, y por tanto, la vida del mundo.

A esta teorización pusieron llegar los apocalípticos echando mano a todo un conjunto cultural de origen griego y sobre todo oriental. Por ello, se habla generalmente de “influencias extranjeras” a las que se da una importancia decisiva en la aparición y desarrollo de la literatura apocalíptica. Algunos han hablado incluso de un baño re-mitificador de la “escatología” israelita, del que habría nacido la apocalíptica. Esta es la raíz de la afirmación de S. B. FROST[6]: “Lo que nosotros llamamos generalmente apocalíptica es el fruto de la fusión del mito y de la escatología. De hecho, podemos definir la apocalíptica, como la mitologización de la escatología”. Es cierto que se encuentran bastantes huellas de concepciones babilónicas, persas y griegas en todas las obras apocalípticas (función e importancia de la angelología y de la demonología, que constituyen ciertamente una característica realmente oriental).

No podemos olvidar que las conquistas de Alejandro Magno 323 A.N.E. facilitaron grandemente la ósmosis cultural entre el oriente y el occidente. Helenizando el oriente y orientalizando el occidente. La situación geográfica de Palestina, situada entre ambos bloques, Egipto y el Mediterráneo por un lado y Siria con las tierras de oriente por otro, favorecía grandemente la influencia de todas estas corrientes en el mundo judío palestino. Da cuenta de esto el texto apocalíptico 4to Libro de Esdras. De todas maneras, la tesis de J. B. FROST debe ser evaluada y comprendida teniendo en cuenta la función global de los elementos míticos integrados en la teoría apocalíptica de la historia; de hecho, todo lo que habíamos dicho precedentemente nos había puesto ya sobre la pista. En efecto, si se la considera desde otro punto de vista diferente, podríamos llegar a considerar la literatura apocalíptica como algo no tradicional e incluso marginal en el judaísmo; muchos ya lo han hecho y, a nuestro entender, erróneamente. En efecto, los libros apocalípticos son profundamente judíos; más aún, representan, en gran parte, la producción literaria propiamente dicha del judaísmo de los dos siglos antes de Cristo y del primero de la era cristiana. Por otra parte, algunos de ellos como ya señalamos entraron a formar parte rápidamente del canon de las escrituras, incluso entre los judíos.

La apocalíptica se desarrolla a través de la literatura llegando a ser considerada un género literario al mismo nivel que el género evangelio. A continuación exponemos algunas de las características más sobresalientes de la apocalíptica como literatura[7]. Alejandro Díez Macho en su libro Los Apócrifos del Antiguo Testamento, Tomo I, las desarrolla de la siguiente manera:

1. Características del lenguaje: repetitivo, largos discursos, predominio de cifras y listas, simbolismo de los números; aves, bestias, dragones simbólicos.

2. Características estructurales: no se menciona el autor de la obre (El apocalipsis de Juan es una excepción); el discurso se pone en boca de un personaje de la antigüedad (Noé, Lamec, Henoc) o, al menos, de tiempos bíblicos exilicos (Baruc, Daniel, Esdras): el héroe es trasportado la cielo donde se le muestran los misterios que se le han de explicar después; el interprete es con frecuencia un ángel; el visionario queda perturbado, se desvanece, cae sobre su rostro, etc.

3. Contenido narrativo: a menudo aparece un hilo narrativo nuevo de largas secuencias históricas, generalmente en formas simbólicas cripticas, en el que animales en lucha simbolizan las disputas de los hombres; hay descripciones de los cielos, vientos, de extrañas montañas, del árbol de la vida.

4. Doctrinas: conciernen a la resurrección, la proximidad del nuevo eón, la gran crisis que se cierne sobre la historia del mundo.

Hay que notar también que la apocalíptica puede ser histórica, si afecta la historia humana, lo cual la apocalíptica contiene en abundancia y cósmica si se refiere al cosmos, que también es abundante en la apocalíptica.

Finalmente podemos darnos cuenta que la apocalíptica abre todo un campo a la interpretación de los textos del 1er y 2do Testamento al igual que a los textos del Intertestamento. Desconocer la apocalíptica sería desconocer el contexto real de muchos de los textos que dan origen a un sinfín de doctrinas presentes en los libros canónicos. La apocalíptica nos trae luz sobre las tensiones entre los pueblos y sus gobiernos, el poder religioso y político, los radicales y los no radicales, etc. Para alguien que se precie de ser un conocedor de las escrituras canonícas la compresión de la apocalíptica como algo mas que un simple lenguaje simbólico con una profunda carga de misticismo religioso escatológico, le representará un herramienta útil a la hora de presentar dichos textos en contextos contemporáneos.

Esperemos que con este breve bosquejo los que aguardan los 7 ángeles y las 7 trompetas del Apocalipsis, puedan “reconstruir” la realidad de este texto sin desconocer la historia alrededor de él y dejen de ver en la literatura apocalíptica “el designio del fin de los tiempos”. Aunque se que esto es mucho pedir teniendo en cuenta que este tipo de interpretación desconocedora de su contexto es la que produce miedo en las comunidades y permite el control por parte de algunos lideres religiosos.

Bibliografía

§ ANDRE, Paul, Intertestamento, Verbo Divino, España. 1978

§ ARANDA PÉREZ, Gonzalo; GARCÍA MARTÍNEZ, Florentino y PÉREZ FERNÁNDEZ, M., Literatura judía intertestamentaria, Estella, EVD, 1996

§ C. LAMADRID GONZÁLEZ, Historia, Narrativa, Apocalíptica, Verbo Divino, Estella, 2000

§ RICHARD, Pablo, Apocalipsis, Reconstrucción de la Esperanza, DEI. San José, Costa Rica, 1994

§ TREVIJANO ETCHEVERRÍA, Ramón, “La Biblia en el cristianismo antigüo, prenicenos, gnósticos, apócrifos, Estella, EVD, 2001.


[1] No pretendo ser exhaustivo, ni agotar contenidos; solo propongo una revisión del tema teniendo en cuenta algunos elementos que puedan ayudar a comprender la apocalíptica como un fenómeno mas cercano, que ayudo en la configuración de las realidades teológicas que hoy practicamos.

[2] A. González Lamadrid, Historia, Narrativa, Apocalíptica, Verbo Divino, Estella, 2000, Pág. 260.

[3] Pablo Richard, Apocalipsis, Reconstrucción de la Esperanza, DEI. San José, Costa Rica, 1994, pág. 22.

[4] Ibid, pág. 21.

[5] Puede verse mas momentos, sin embargo distinguimos dos como referentes, aunque estos se pueden subdividir dando lugar a otros mas.

[6] Paul Andre, Intertestamento, Verbo Divino, España. 1978, Pág. 46.

[7] No ignoramos las características teológicas como: la trascendencia, el dualismo, el determinismo, libertad y responsabilidad, historia y mitología, ángeles y demonios, y resurrección. Para mas información sobre estas características consúltese la Obra de A. González Lamadrid, Historia, Narrativa, Apocalíptica, Verbo Divino, Estella, 2000, Págs. 266 ss.

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